Casa Rajola nació del deseo de convertir un pequeño rincón del mundo en un refugio contemporáneo donde las personas pudieran detenerse, respirar y sentirse en casa. El edificio, una casita discreta de muros claros y alma antigua, llevaba años en silencio. Solo hacía falta que alguien lo mirara con cariño para recordar su esencia: un lugar hecho para el descanso, la luz y las pequeñas cosas que importan.
Inspirados por los azulejos artesanales que se encontraron durante la rehabilitación —cada uno distinto, imperfecto—, sus fundadores imaginaron un hotelito acogedor y moderno, donde la tradición y la estética actual convivieran en equilibrio. Así nació su nombre: Casa Rajola, un homenaje a esas piezas que cuentan historias y que, como los huéspedes, nunca son iguales.